Por vacunas no paramos hoy

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Aquellos que todavía se atreven a cuestionar la benigna naturaleza del capitalismo global como el mejor sistema de creación/distribución de riqueza y bienestar en la historia de la humanidad, seguramente no han visto la histórica cruzada que naciones y compañías farmacéuticas realizan para entregar al mundo la urgente vacuna contra el Covid-19.

Sin ánimo de lucro o intereses políticos, los Jefes de Estado resuelven sus diferencias, las grandes trasnacionales olvidan sus competencias y la comunidad científica coopera con impaciencia para generar un método seguro, eficaz, y accesible para que todas las personas del mundo puedan protegerse contra el virus más letal de lo que va del siglo.

Qué importa si al principio de la pandemia se había anunciado que cualquier vacuna debidamente probada tardaría entre doce y dieciocho meses en desarrollarse, si con apenas medio año de investigación ya se están firmando acuerdos masivos para la producción de millones de dosis, sin preocuparse demasiado por el hecho de que ninguno de los 29 proyectos principales a nivel mundial haya concluido todavía la última fase de experimentación.

Tampoco es relevante que las potencias que más dinero le han invertido al desarrollo de los inmunizantes (China, Estados Unidos y Rusia) sostengan una lucha geopolítica desde hace años, que ponen en práctica promoviendo la acaparación de productos y especulación de precios en los mercados internacionales. Nada de eso. Esta vez solo están interesados en el bienestar de todos los pueblos por encima de sus proyectos de hegemonía nacional.

Solamente están resentidos los que ven con escepticismo las declaraciones de las farmacéuticas que juran producir la vacuna para el coronavirus sin ánimo de lucro, independientemente de que con solo anunciarlo sus acciones se incrementen escandalosamente. De seguro nada tiene que ver su intención de ganar legitimidad social ante las constantes acusaciones de ocultar información sobre hallazgos médicos cuando estos no se ajustan a sus modelos de negocios.

No son para tanto los efectos secundarios -como diarrea y dolor de cabeza intenso- presentados en los ensayos clínicos de la Sputnik rusa, y no debe de generar ninguna preocupación que AstraZeneca haya solicitado una cláusula contractual para que los países a los que les venda sus dosis paguen las indemnizaciones de las demandas que por efectos secundarios pudieran recibir en los próximos años.

Definitivamente están movidos por celos los científicos que reclaman un adecuado proceso de examinación de datos sobre las vacunas entre pares, y son completamente mezquinos aquellos que exigen mecanismos transparentes y democráticos de adquisición de las dosis, pues no entienden que en países como México las adjudicaciones directas son la única manera de erradicar la corrupción.

No queda la menor duda que los grandes filántropos del mundo -como el heroico Carlos Slim- están luchando con todas sus fuerzas para ofrecer a cada persona de este planeta una oportunidad para salvar su vida. No importa que todavía haya gente en África, Asia Meridional y América Latina muriendo todos los días por enfermedades para las que existen vacunas desde hace décadas, pues en el caso del Covid-19 la distribución será gratuita, equitativa y de acceso universal. No debemos hacer nada más que agradecer y esperar a ser salvados por los grandes empresarios y políticos que nos ofrecen un retorno seguro al mundo lleno de derechos humanos y justicia social que teníamos antes de la pandemia. Todo el reconocimiento a nuestros héroes.

Corolario

Que bueno que Calderón y Rosario Robles se digan perseguidos políticos. El principal responsable de la muerte violenta de casi cien mil personas y una de las mayores operadoras del desvío de recursos incalculables en el sexenio anterior no merecen menos. Claro que tienen derecho a que sus acusaciones y procesos judiciales tengan certeza jurídica, pero no por eso merecen menos estigmatización y repudio social por los crímenes cometidos. Lozoya, por su parte, recibe trato VIP y hasta realiza fiestas en su casa. ¿Quién seguía?