Aquí no hay novedad

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Colima es priista desde que cualquiera tiene memoria. El Revolucionario Institucional está tan presente en la vida cotidiana que hasta podría considerarse como tradición local. A diferencia de las fiestas charrotaurinas, todavía no ha sido declarado patrimonio cultural intangible de la humanidad, pero comparte con estas el error de confundir tortura con cultura. En este caso, tortura política con cultura democrática.

Entre el PRI y una buena parte del pueblo de Colima existe una relación tóxica, de esas que perduran demasiado tiempo aunque saben que están mal. Como en toda relación violenta, hay alguien que controla y alguien que renuncia a sí mismo para satisfacer al otro. Como en toda relación violenta, hay alguien que ofrece cambiar después de golpear y alguien que se ve obligado a creerle que ahora si será diferente.

El PRI está controlado por un grupo de señores con dinero y poder que se entretienen comiendo rib-eyes en sus restaurantes de cortes favoritos, lugares en los que pelean más por quien va a pagar la cuenta que por a quién designarán como próximo rector o representante de las candidaturas en las próximas elecciones. Su líder es un señor que se llama Fernando Moreno Peña, quién llevó a otro nivel el refrán de que hierba mala nunca muere tras sobrevivir a seis balazos hace unos años, tras un desacuerdo con alguno de los grupos de sicarios con los que suele hacer negocios.

Como el poder que representa, este señor es autoritario, conservador, corrupto y mentiroso. Tiene la nariz metida en todos lados. Ha sido diputado, rector de la Universidad y gobernador constitucional. En lo inconstitucional, ha sido operador político, comprador de votos, alquimista de recursos públicos -para volverlos privados- y gestor de acuerdos con el crimen organizado. Hace unas décadas, Fernando Moreno Peña y su círculo cercano encontraron una serie de pasos simples pero efectivos para tejer las fibras de poder del estado:

  1. Apoderarse de la universidad y de los sindicatos de trabajadores de la educación para neutralizar los espacios académicos críticos.
  2. Hacer amistades con empresarios poderosos para que defiendan al régimen local y ayuden a desviar dinero a cambio de contratos jugosos. (Con el tiempo, descubrieron que ellos mismos también se podían convertir en empresarios poderosos, amigos de si mismos)
  3. Controlar a los principales medios de comunicación a través de publicidad oficial y dinero.
  4. Cooptar a ONG´S, movimientos sociales, artistas críticos y analistas chairos con una combinación de dinero, espacios en las instituciones, becas a Nueva Zelanda y en su defecto, amenazas.
  5. Infiltrar gente en los otros partidos políticos para aparentar pluralidad.
  6. Negociar con los poderes nacionales, independientemente de su color.
  7. Usar a las fuerzas de seguridad pública, a los grupos porriles y a mercenarios a sueldo para cualquier situación no contemplada en los puntos anteriores.

La cosa se mantuvo más o menos así en los últimos 40 años. Haciendo algunos ajustes de acuerdo con la época, estos señores realizaron inversiones fructíferas y crecieron de manera sostenible, cosa que les permitió afinar la fuerza de su régimen y prepararse para tiempos difíciles. Sabían que así como acabaron los tiempos en los que los estrenos cinematográficos no llegaban a las carteleras locales, acabaría el periodo en el que ni siquiera se podía imaginar a alguien que desafiara su poder.

Las amenazas finalmente llegaron. En el 2015, un panista con cara de bravucón logró convencer a suficientes personas de que el representaba a la alternancia revolucionaria. El señor, de nombre Jorge Luis Preciado, casi les gana las elecciones. Tanto que le hicieron fraude electoral y se tuvieron que repetir. En la segunda vuelta, se prepararon mejor y le ganaron al panista la votación con un margen bastante holgado, pues a este nunca se le dio eso de pensar con la cabeza fría, o  pensar en general.

Tres años después, la amenaza de la 4T los agarró con más cayo. El priismo local supo anticipar la apabullante victoria de López Obrador y logró disimular lo suficiente como para apoyar indirectamente a algunos candidatos al Congreso de la Coalición Juntos Haremos Historia, con los que sabía se podrían encontrar afinidades en caso de ser necesario. Los dirigentes de Morena en la entidad andaban tan ebrios de pragmatismo electoral que lo permitieron, pues se creyeron el cuento de que su movimiento purificaba cualquier pecado en aras de alcanzar el obradorismo supremo.

A los priistas les tomó menos de dos años retomar el control de un Congreso controlado por la 4T, que solo tenía tres diputados de su partido. Con paciencia, desplegaron todos los recursos a su disposición para cooptar a quien se pudiera. Cuando hubo que meter prisa, soltaron dinero y amenazas. Así pararon una reforma a la Ley Orgánica de la Universidad que les hubiera dificultado mantener el control de esta. Así aprobaron una deuda que le urgía al gobernador.

Por omisión e ingenuidad, Morena les ayudó mucho. El grupo de sus diputados que mantenía el control del Congreso logró impulsar algunas legislaciones y programas progresistas, y eso se les subió de más. Se creyeron invencibles. Perpetuos vencedores. Pero en el frenesí de su inexperiencia y en la incapacidad de controlar el temperamento de muchos de sus cuadros, cometieron muchos errores. Peor aún, se negaron la autocrítica. Perdieron más tiempo rindiendo pleitesía al presidente y a los principios mágicos de la 4T que buscando la manera de combatir sus contradicciones internas.

Los poderes priistas recuperaron el Congreso y hoy tienen la mira puesta en mantener la gubernatura. Ilusos los que creen que ya tienen la elección perdida. No necesitan de sus siglas para mantenerse en el poder. Si es necesario, negociarán su continuidad en un gobierno de alternancia. Por eso Colima es priista más allá del PRI, pues su espíritu prevalece en lugares en los que no debería. Está en la Universidad. En los sindicatos. En las asociaciones civiles. En la mayoría de los medios de comunicación. En las instituciones de cultura. En artistas y escritores. En el servicio público. En las grandes empresas del estado. En todos los partidos políticos.

¿A poco creen que se van a retirar con algo tan irrelevante como una derrota electoral?

Corolario

Otra vez los medios ignoraron una masacre por andar dándole primeras planas a las ocurrencias del presidente. Esta vez, un quíntuple feminicidio en el Estado de México pasó desapercibido. Cuatro de ellas eran menores de edad. Las masacraron en su casa. Hasta el momento del cierre de esta columna, a casi nadie le ha importado. Que sus seres queridos encuentren justicia.