“La vida no es fácil, para ninguno de nosotros. Pero… ¡qué importa! Hay que perseverar y, sobre todo, tener confianza en uno mismo.”
– Marie Curie.
La vida suele ser una aventura que nos enfrenta a retos que probablemente jamás imaginamos, a veces de una manera tan dura que creemos que es el fin del camino, o en otras de una forma tan dolorosa, que preferiríamos quizá no haber nacido. En ésta ocasión he decidido escribir sobre un valor que en las últimas semanas me ha puesto a reflexionar muchísimo, “la perseverancia”, y es que en medio de tanta política, noticias negativas y más aún con las limitantes propias de la contingencia en la que nos encontramos, lo menos que podemos hacer es animarnos los unos a los otros, con mucha generosidad y empatía.
Les cuento que en las últimas semanas he afrontado situaciones complicadas que en momentos me han hecho trastabillar y pensar que no quiero seguir adelante. A veces los obstáculos han sido tan grandes y las afrontas tan duras, que he pensado en varias ocasiones aventar la toalla y regresar a mi zona de confort, más aún estado lejos de mi familia, mis amigas y mis amigos.
Todo esto me puso a pensar en los momentos de crisis. Siempre a todas las charlas motivacionales, cursos, talleres y demás capacitaciones a las que he asistido se dice con mucha frecuencia “en los momentos de crisis no todo es negativo, incluso hasta en las crisis algo positivo puede surgir”. Y bueno, ahí me tiene usted, querido lector, tomándome unos largos momentos para buscar esa luz en medio de la oscuridad, pasaron días y días pero no encontraba nada positivo, mis ojos solo veían una tormenta interminable, y además con el temor de que se convirtiera en tempestad.
Pasaron un par de semanas hasta que por coincidencia tuve la oportunidad de platicar con una señora, de carácter muy sereno, y como si supiese con detalle mi encrucijada, comenzó a darme su percepción sobre la perseverancia y la manera en la que afrontamos los problemas. De entrada comenzó diciéndome que no podía ir por la vida con miedo, debía soltar la carga tan pesada que representaba el temor a los problemas, pues estos nunca van a dejar de existir, siempre van a estar ahí. Lo segundo que me compartió y quizás lo más importante es que siempre era importante ponerse en las manos de Dios, y me dejó marcado con la siguiente frase “cuando la conciencia está tranquila, no hay absolutamente nada que temer, pues Dios te cuida y va contigo”.
No me considero una persona religiosa, soy creyente de Cristo y de su doctrina, más bien me considero un pecador estándar, como decía Carlos Castillo Peraza.
Al final decidí tomarle la palabra a ésta gran señora, y comencé a tomarme las cosas con más ligereza, si nada debo y nada temo, confié en que Dios y el destino estarían conmigo. A los pocos días la mente me empezó a dar señales de hacia dónde debía caminar, también me mostró que la crisis me hizo tomar algunas actitudes que eran necesarias para terminar con algunas situaciones negativas, así mismo me mostró como las personas se van sin importarles si estás bien o estás mal.
Hasta el momento sigo luchando contra estos demonios que les comparto, quizás ahora con un poco más de claridad, pero sin terminar aún la crisis. Quise compartirlo con ustedes porque en medio de ésta pandemia que nos ha alejado de nuestra vida social, de nuestros seres queridos y de lo que ordinariamente nos hace felices, nunca faltan los pensamientos depresivos de soledad y tristeza. Los tiempos de crisis nos enseñan que nuestra felicidad y bienestar emocional, únicamente dependen de nosotros mismos y de lo perseverantes que seamos frente a los obstáculos que la vida nos pone. ¡Ánimo!