Devasta Covid-19 a negocios de Colima

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Las empresas colimenses llevan meses de pérdidas acumuladas ante la pandemia por el Covid-19, unas porque se vieron obligadas a cerrar y otras porque sus ventas se han reducido drásticamente.

Los incentivos y apoyos que han ofrecido distintos ámbitos de gobierno no están diseñados para un amplio sector de emprendedores que no caben en la definición oficial de quién es sujeto de apoyo.

Hace un mes, un tercio de los participantes en una encuesta realizada por Perriodismo declaró estar pensando en cerrar de manera permanente sus negocios, mientras que el 90 por ciento manifestó que ninguna autoridad de ningún nivel de gobierno se había comunicado para ofrecer algún tipo de ayuda. 

Hoy el panorama no parece ser muy distinto. Aunque la actividad económica se reactive en el mes de junio, muchas empresas no verán su recuperación en el corto plazo.

Si una de las primeras barreras para acceder a algún tipo de beneficio fiscal o crédito gubernamental es ser una empresa constituida, aquellos que se auto emplean solo pueden acudir a sus redes más cercanas para apoyarse.

Tal es el caso de Irene, quien a sus 62 años se dedica a fabricar artesanías, y sus principales foros de venta, como la Feria de Comala, fueron cancelados. 

No hay falta de ganas, pues con la ayuda de familiares y amigos ha promocionado sus productos en internet, aunque sin mucho éxito.

Para imaginar la magnitud del golpe a la economía de esta artesana y madre de familia basta seguir su propio indicador: si normalmente produce dos figuras por semana, de marzo a la fecha sólo ha tenido cinco pedidos. 

El Día de la Madre y el Día del Maestro fueron una esperanza, se preparó para ello, pero no vendió nada, y eso que en Little Caesars había colas para festejar.

Por si fuera poco, en casa de Irene el recibo de luz llegó tres veces más caro el último bimestre. 

Su hijo se quedó sin ingresos cuando el cibercafé donde trabajaba tuvo que cerrar y, ahora, la única fuente de ingresos es su marido, que con 70 años de edad tiene que salir, forzosamente, a ofrecer sus servicios como veterinario. 

La magnitud de la situación de Irene también puede medirse con sus expectativas a futuro: tardaría dos años en recuperarse del golpe económico que ha sufrido.

Esto si es que los pedidos se reactivan pronto y encuentra el material necesario para trabajar, pues además muchas tiendas que surten la materia prima están cerradas o ya no tienen producto porque se ha dejado de fabricar. 

Además de los autoempleados como Irene, están las empresas que no rebasan los tres o cinco trabajadores. Para muchas de ellas es complicado dar de alta a sus trabajadores en el Seguro Social, pues. como cuenta Blanca -propietaria de una cocina económica que hasta el momento sigue funcionando- o paga sueldos o paga las cuotas porque el costo es muy alto. 

En la cocina de Blanca las ventas han caído casi en un 70 por ciento, aun así, sus empleados siguen recibiendo sueldo, además del alquiler y otros servicios.

Gracias a sus previsiones, la propietaria ha podido echar mano de sus ahorros. Sin embargo, el guardadito ya se acabó, y si la economía no se reactiva en junio definitivamente tendrá que cerrar.

Extrañamente el último recibo de la luz de la cocina le llegó el doble de caro, algo incomprensible si las licuadoras, extractores y estufas están operando a menos de la mitad de lo normal. Blanca se quejó en la Comisión Federal de Electricidad, pero el medidor es el que manda. 

Dice que también habló con la súperdelegada Indira Vizcaíno para enterarse por qué no puede acceder a los créditos que ofrece el Gobierno federal; la respuesta es que no tiene a sus empleados dados de alta en el Seguro.

¿Cuánto tiempo piensa que le tomará a su negocio recuperar las finanzas si todo se normaliza en junio? Por lo menos un año.

Un negocio un poco más grande que el de Blanca es el centro de bienestar y belleza que Sol administra desde hace más de 14 años.

Como sus servicios involucran contacto físico cerró inmediatamente. Primero recurrió a unos ahorros que estaban destinados para comprar equipo, pero a los 15 días se agotaron y, entonces, le tocó utilizar parte de un salario extra que tiene por las tardes y su tarjeta de crédito, aunque tampoco fue suficiente, por lo que optó por salir a vender barras energéticas a otros comercios.

Para Sol no hay alternativas en el pago de alquiler, pues un día de retraso significan 400 pesos de multa. Aún con el negocio cerrado este pago tiene que hacerse cada mes de forma puntual, a lo que hay que sumar proveedores y servicios. 

Aquí el recibo de la luz también llegó tres veces más caro, y en casa de Sol, el doble. 

Ahora ella y sus trabajadores están esperando que se reanuden las actividades en Colima para obtener nuevamente ingresos.

Este negocio tampoco cabe en la definición de sujeto de crédito ni de los beneficios fiscales del Gobierno local, pues las trabajadoras optaron por tener un servicio de salud privado en lugar de estar dados de alta en el Seguro Social; fue un acuerdo entre empleadas y empleadora, pues a ambas les convenía más.

Sol es optimista y cree que, si todo se recupera pronto, en seis meses su negocio puede volver a la normalidad. Es consciente de que va a costar mucho trabajo, pero está confiada en que todo se puede.

En circunstancias como las de Blanca, Irene y Sol, los incentivos fiscales del Gobierno local parecen irrelevantes.

Una despensa no soluciona sus problemas y los créditos del Gobierno federal no son accesibles porque, como muchos auto emprendimientos y negocios pequeños, no cumplen con los requisitos. 

Los créditos de 25 mil pesos que ofreció el IMSS a microempresas no llegaron ni al 30 por ciento de su meta.

De acuerdo con datos oficiales, sólo se beneficiaron poco más de 191 mil empresarios, a pesar de que le meta era de 645 mil créditos.