Quienes pensaban que con el triunfo electoral de López Obrador se abría un camino de paz y prosperidad en el que la 4T caminaría descalza sobre rosas, se equivocaban. No es lo mismo tener el gobierno que tener el poder. AMLO podría reposar su presidencial espalda en la silla de Palacio Nacional el 1° de diciembre de 2018 pero la “Mafia del Poder” seguía ahí, desconcertada, sí, pero aún de pie y parapetada en sus fortalezas: las cámaras empresariales, las iglesias, los grandes medios de comunicación, las fuerzas armadas…
Disputas, demostraciones de fuerza, conflictos. Son las constantes en el movimiento de la historia y, sobre todo, en los momentos de crisis como el que vivimos. Ya habíamos dicho que este sexenio se caracterizaría por la continuidad y la ruptura: continuidad en las reglas generales del libre mercado pero ruptura en cuanto a las prioridades y, sobre todo, en los protagonistas de la administración de este sistema de cosas. He aquí el contexto en que se enmarca el último desencuentro entre López Obrador y la patronal. La manzana de la discordia: los créditos otorgados por el Banco Interamericano de Desarrollo a empresas mexicanas vía el Consejo Mexicano de Negocios.
Mientras el hombre fuerte del gabinete obradorista, Marcelo Ebrard, celebraba desde su cuenta de Twitter este acuerdo, AMLO mostraba su inconformidad en la mañanera del lunes, matizada con la preocupación de que no se comprometieran las finanzas públicas, para después criticar el “modito” en el que quieren imponer sus planes preguntando con molestia que si “estamos aquí de florero”. Luego, Gustavo Hoyos, representante de la Coparmex y candidato a Guaidó mexicano, remató diciendo que el presidente “no ayuda ni se deja ayudar”. Finalmente, López Obrador volvió a presentar triunfalmente su plan de emergencia con 300 mil créditos aprobados y sentenció que convertir la deuda de unos cuantos privados en deuda pública era inmoral.
En este forcejeo por la gestión de la crisis, la patronal quiere presentarse como la salvadora misericordiosa de la economía frente a un presidente “insensible y torpe”, explotando el aspiracionismo de los sectores medios que se consideran más cercanos a Slim que a su real posición en la sociedad de clases. Ante la bancarrota de los partidos tradicionales de la derecha, el empresariado que no se integró a la Cuarta Transformación quiere utilizar a la Coparmex como herramienta para golpear al gobierno, recuperando la iniciativa perdida en vías de recomponer un proyecto político creíble. Pero López Obrador es un hueso duro de roer, celoso de su puesto como capitán del barco y aspirante a prócer de la nación, no se dejará arrebatar el timón de la nave y es posible que para evitarlo busque apoyarse en las masas que lo llevaron hasta donde está.
Son precisamente estos movimientos de fichas las que vuelven interesante al tablero político actual y por las que se pueden colar oportunidades para hacer bascular las condiciones a favor de la mayoría social. La izquierda de la izquierda necesita aprovechar estos momentos para politizar el conflicto y promover la movilización y la organización de las clases populares que la 4T no está dispuesta a generar.
Felicidades
Ayer por la mañana, el presidente de la Coparmex anunció que había elegido como vocero especial de la organización a Javier Lozano. Expriísta y expanista, secretario del Trabajo en uno de los gobiernos más patronales que ha tenido el país, guardián de 205 millones de dólares del narco destinados a la candidatura de Calderón y uno de los voceros de José Antonio Meade. Las redes sociales tundieron tanto al sindicato patronal por esta decisión que tuvo que por la noche tuvieron que desdecirse y anular el nombramiento. Felicidades a Javier Lozano por la celeridad de sus resultados, ni la campaña de Meade fue tan rápido un fracaso como su vocería.