La naturaleza y las clases populares contra el Capital: la propuesta ecosocialista

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“La liberación no solo la ansiaban los humanos.
Toda la ecología gemía. La revolución
es también de lagos, ríos, árboles y animales”

Ernesto Cardenal, ‘Nueva Ecología’.
A la memoria de este enamorado de la naturaleza, del universo y de la revolución.

En mi columna anterior, (https://www.perriodismo.com.mx/2020/02/19/antropoceno-capitaloceno-y-los-megaproyectos-en-colima-2/), polemizaba con quienes proponen el concepto de Antropoceno para describir el origen de la crisis ambiental que vivimos. Sugería otro, usado por varios científicos y ambientalistas, que explica por qué el calentamiento global es un fenómeno que comenzó en Occidente con la producción industrial a gran escala y la explotación capitalista de la naturaleza y el ser humano: el Capitaloceno. Mencionaba también dos megaproyectos bajo la lógica de la ganancia a todo costo que se llevarán a cabo en Colima con anuencia del actual gobierno federal.

A pesar de todo, este tipo de proyectos se han topado con la oposición más o menos fuerte de sectores de la sociedad que denuncian la devastación ambiental que suponen y que en más de alguna ocasión han logrado frenarlos. Estas resistencias han venido sobre todo de las comunidades indígenas y campesinas, puesto que su relación con la naturaleza es mucho más estrecha por la manera en la que viven su día a día; pero también de grupos ecologistas urbanos que ante la divulgación de los efectos del cambio climático han sabido sumar a amplias capas de la población a las movilizaciones por el clima de los últimos años.

Las demandas de estas luchas siempre asocian la defensa del medio ambiente con la búsqueda de la dignidad humana. Las mujeres de Zacualpan gritaban “¡no a la mina!” para inmediatamente después añadir “¡sí a la vida!”, y las pudimos ver tanto en el cerro enfrentándose a los representantes de la minera como en las calles de la ciudad de Colima clamando por la aparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. El sistema de producción capitalista, que obtiene sus ganancias exprimiendo a la naturaleza y a la clase trabajadora, une ambas luchas y es el punto de partida para propuestas ambientalistas que van a la raíz del problema, como es el ecosocialismo.

Esta corriente de pensamiento y de acción tiene entre sus representantes más famosos al brasileño Michael Löwy y al belga Daniel Tanuro. La propuesta consiste en retomar la crítica marxista a la lógica de ganancia ilimitada e infinita del capitalismo, la cual se contrapone al carácter limitado y cerrado de los ciclos naturales, para concluir que el combate real contra el cambio climático no podrá venir de las instituciones y las empresas de este sistema socioeconómico, pues, ¿cómo harán los grandes empresarios y los gobiernos para frenar la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera si eso significa dejar de producir bienes de consumo innecesarios y por lo tanto dejar de recibir los beneficios económicos de los que ahora gozan? 

El ecosocialismo retoma el proyecto de la construcción de una sociedad en la que las empresas y la toma de decisiones sean comunes, una organización social desintoxicada del afán productivista, totalitario y burocrático de los intentos de socialismo del siglo pasado y bajo la dirección de las mayorías trabajadoras y campesinas. Ante las ilusiones de frenar las emisiones de gases de efecto invernadero con arreglos intergubernamentales bajo las lógicas del mercado capitalista, o aquellas que se basan en el simple “contagio cultural” de prácticas individuales poco atractivas e imposibles para la mayoría de la población, el ecosocialismo es una de las alternativas más realistas para restablecer el equilibrio entre las actividades humanas y los ciclos biológicos.

¿Cómo ser ecosocialista aquí y ahora? Trabajando por enlazar las demandas ambientales con las sociales. Por ejemplo, oponerse al aumento en la tarifa del transporte público no solo es un acto de justicia para las mayorías urbanas que gastan un porcentaje importante de su salario para trasladarse de su casa al trabajo, sino que contribuye a hacer más accesible un servicio público que evita que más automóviles individuales transiten por las calles con su respectiva dosis de emisiones de gases contaminantes. 

También, teniendo bien claro que los grandes empresarios no son aliados, sino que su pretendida “responsabilidad social” y “consciencia ecológica” solo son estrategias de marketing que aprovechan el desinformado interés general por temas ambientales para vender sus productos, ¿o a poco los Brun compensaron la tala de árboles enormes y centenarios para la ampliación de sus tiendas con las plantas de ornato que sembraron en los camellones de las avenidas? 

Por último, apostando por una ruptura radical con los millonarios, su gobierno y su mundo, apoyando los combates que los pueblos indígenas y las clases populares están llevando a cabo para defenderse de la máquina de muerte del “progreso” capitalista, como la comunidad de Ayotitlán que se enfrenta ahora a la tala y el despojo de la minera Peña Colorada.

Actualizando aquella sentencia de la gran revolucionaria Rosa Luxemburgo, la crisis ambiental que nos alcanza nos hace exclamar si queremos conjurar la catástrofe: ¡ecosocialismo o barbarie!