Las escenas superan las narco series de Netflix o las canciones de Los Tigres del Norte. Solo algo cambia: los nombres. Hoy no hablo de Pedro y Pablo, sino Felipe y Genaro, eran hermanos, amigos inseparables, como lo dicta la melodía.
Genaro García Luna fue el policía que acompañó a Felipe Calderón incondicionalmente. Ya se ha escrito mucho sobre la detención, no voy a hacerlos perder el tiempo con un relato de lo sucedido. Mi intención es desentrañar el factor político que se desliza entre luces bajas y un olor a 4T. Tengo algunos argumentos.
Hagamos una reflexión sencilla: Andrés Manuel jamás ha tocado a Peña Nieto, es más, ni siquiera lo menciona. Hay un evidente pacto de impunidad con él. Con Calderón es distinto, pero no se le podía ir a la yugular directamente. Es ahí donde cobra relevancia la detención de García Luna, es el vehículo perfecto para imputar delitos graves a Felipe, incluso de lesa humanidad, lo que sería un precedente en el país.
Hay una especie de dibujo político que pasea por algunas mentes, incluyéndome. La estrategia de AMLO ha sido mantener la paz con Trump, que en realidad es sumisión, pero la popularidad del mandatario aniquila esa percepción. ¿Será un premio a su “buen comportamiento”? García Luna cayó en manos de la justicia americana en una semana crucial para el gobierno de la 4T por el TMEC y el robo famoso robo “diplomático” de un libro.
Otro dato: AMLO, durante campaña, prometió no perseguir a ex presidentes, pero eso no significa que otras autoridades tampoco lo hagan, aquí surge la pregunta ¿García Luna es el testimonio ideal para que inicie la persecución contra Felipe? Esa es la incógnita, por lo pronto me quedan claras dos cosas: el malandro de García Luna por fin está detenido y el pacto de impunidad fue signado entre Andrés Manuel y Peña Nieto, de ahí en fuera, todos somos justiciables.
Continúa la perversidad, esa es la esencia de la política rastrera.