Cuatro eslabones

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“Cuando mi imagen empezó a ser sexualizada por los medios, o mis amigas no querían unirse a los equipos deportivos que me gustaban o cuando mis amigos hombres no expresaban sus sentimientos, decidí que era una feminista y no fue difícil para mí”
Emma Watson

En un estado como Colima, con una elevado índice de asesinatos y feminicidios, la lucha por los derechos de las mujeres se interpreta, con más frecuencia de lo que creemos, como sinónimo de odio hacia los hombres. Definitivamente no es así.

El feminismo es la lucha para que las mujeres y los hombres tengamos los mismos derechos y las mismas oportunidades en todos los ámbitos: educación, salud, político, social, económico y jurídico. Permite ejercer los derechos y tener voz; ambos, afortunadamente, molestan sólo a algunos, y ya sabemos a cuáles.

Lograr el sueño feminista requiere de acciones afirmativas y de conciencia de nuestros espacios y las relaciones que desarrollamos, por eso vale la pena recordar lo siguiente:

Cambiar la dinámica de quienes integran el hogar hacia una armoniosa vida compartida significa que las tareas del hogar sean realizadas tanto por hombres como por mujeres, reconociendo que el sexo no tiene que ver con las tradicionales tareas asignadas por herencia o tradición, sino como actos de mera justicia y equidad.

En la búsqueda del salario equitativo entre hombres y mujeres, las mujeres tenemos salarios que hace diez años tenían los hombres, según lo refiere el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO). También, de acuerdo al Reporte de Brecha de Género anual, que realiza el Foro Económico Mundial, en México tendrán que pasar 117 años para que la brecha de género se cierre en el aspecto económico.

Para poder decidir sobre nuestra salud, nuestro cuerpo y nuestra vida sexual, reconocidos como derechos humanos básicos, el Estado limita e impone creencias religiosas que impiden el avance de las mujeres: educación sexual fragmentada, programas de acercamiento de anticonceptivos para adolescentes mal aplicados, y otros. Si no, ¿cómo se explican los altos índices de embarazo adolescente? Dicho sea de paso, se frustra su desarrollo educativo y sociales, además de padecer la condena social e incrementar situaciones de pobreza o precariedad.

Las emociones reprimidas para ellos y la exagerada estigmatización de la muestra de emociones para ellas conllevan a la infelicidad causada por la frustración y la violencia. Emociones consecuencia de la carga del mandato social de los roles, donde él debe ser el proveedor y sostener un comportamiento marcado por el machismo; mientras ella es ahora proveedora también y, con la seguridad que conlleva la autonomía económica, se generan procesos de separación o divorcio con mayor frecuencia, en el mejor de los casos. Cuando no es así, ocurren comportamientos de tal manera que se logra su sometimiento al ciclo de la violencia, cuyo eje central es el abuso sexual, físico, verbal y emocional.

Someterse al ciclo de la violencia es lograr empequeñecer, negar y culpar a la pareja; intimidarla con voz, gestos, amenazas, destrucción de bienes; limitar el dinero y pedirle cuentas detalladas de su gasto (abuso económico) para mantenerla dependiente económicamente, hacer que le pida dinero de bolsillo, quitarle el dinero; amenazarla con llevarse a los hijos, con suicidarse; usar el privilegio masculino, es decir, tratarla como empleada doméstica, hacerla sentir que es él quien manda o por quien vale ante los demás; hacer que ella se sienta culpable por cuestiones de los hijos, usar a los niños para comunicar mensajes; utilizar el abuso emocional como: insultos, humillaciones, culpar o crear confusión mental; aislar, es decir, controlar las actividades, tiempo y amistades de la pareja, celos extremos, exigencia de atención; si no es atendida o atendido a tiempo, ocurre el feminicidio.

Reconocer el ciclo de la violencia permite identificar situaciones en nuestra vida cotidiana y cómo se desarrollan; al mismo tiempo, es valorar, en su justa dimensión, la violencia contra las mujeres, o la llamada violencia doméstica o intrafamiliar. La incógnita: ¿Qué se está haciendo al respecto según el PED 2016-2021?