Tengo la mala costumbre de leer los comentarios de la gente en los post de noticias en Facebook. Hace poco me encontré con un encendido debate donde aparentes opositores al gobierno de Peralta subrayaban la inseguridad que permea al Estado, mientras quienes imagino eran simpatizantes de Nacho se esforzaban para denostar la crítica. En lo que respecta a la cifra de asesinatos el principal argumento es que los matan porque andan en cosas turbias.
En el 2011 fue encontrado el cuerpo de una joven estudiante del bachillerato número 2 dentro de una bolsa negra y en un canal. Según las investigaciones oficiales se trató de un asesinato posterior a una violación por parte de dos sujetos que no tuvieron mayor móvil que realizar este deplorable acto. A mí nunca me quedaron claros algunos detalles, como por ejemplo por qué la raptaron.
Dos años después miles de colimenses se movilizaron bajo la convocatoria de la iglesia católica porque el sacerdote José Flores fue asesinado a golpes al interior del templo que atendía. Las investigaciones oficiales dieron cuenta de un asalto.
Ni Andrea ni José fallecieron durante el mandato de Ignacio Peralta. Pero si sus casos hubieran sucedido durante este año dudo que alguien se atreviera a decir que andaban en malos pasos. Estos casos sacudieron a la opinión pública, movilizaron a la ciudadanía y produjeron una intervención rápida de las autoridades. Nada de esto sucede con los cientos de muertos que hemos acumulado este año y con los miles que acarreamos detrás.
Es preocupante que sea sobre todo entre los simpatizantes del gobierno en turno donde se reproduzca el discurso de que si los matan es porque andan en algo turbio. Sin ninguna información de tajo se califica a cientos de víctimas como criminales, y peor aún, se justifican los actos de violencia acometidos a como un ejercicio de justicia.
Hay un vacío enorme de información en torno a qué pasa en Colima ¿Quiénes son los muertos? ¿Con qué móvil se cometen los atentados que han azotado a Colima durante casi quince meses? En esta lista entran estudiantes, padres de familia, mujeres y personajes políticos de alta talla como Moreno Peña.
¿Todos ellos están metidos en cosas turbias? La respuesta fácil es decir que sí, porque lo único que sabemos es que hay una “disputa entre cárteles”. Lo peor es que este discurso probablemente esté instalado en cuerpos de policías y hasta en los encargados de investigar y hacer justicia.
Este año asesinaron a dos estudiantes del Tecnológico de Colima en el estacionamiento de un centro comercial. Compañeros de estudio de los ultimados han denunciado la torpeza de las investigaciones y el acoso de la policía para extraer información que a como dé lugar los vincule con el crimen organizado.
En realidad nadie sabe qué pasa en Colima. Los medios de comunicación cada mes están a la expectativa de la nueva cifra, pero su ejercicio periodístico no nos ofrece ninguna historia detrás de los números. El silencio del gobierno es mayor, probablemente para proteger procesos de investigación, pero sobre todo con el argumento de no alentar más la violencia.
Lo cierto es que en el silencio sólo se alimentan las justificaciones de que los mataron porque en algo andaban, y entonces ya no son nuestros muertos sino parte de una limpieza necesaria.