Por Oscar Martínez Rosales
*Texto donde se recogen los comentarios e impresiones de la presentación de la obra Bert Colima: el relámpago de Whittier de Servando Ortoll, el pasado 25 de noviembre de 2015 en el Centro Cultural Mexiac.
Es curioso el percatarse que ciertos acontecimientos del tiempo pasado parecieran ser sacados de una obra de ficción o de una película. Pero son más que verdad, son Historia.
También me parece sorprendente cómo algunos individuos se crean una identidad tan peculiar, con una nomenclatura que nos puede decir mucho o nada, pero que sin duda tiene un toque de poesía. Parecieran ser personajes de una obra de García Márquez, al estilo del muy célebre Mauricio Babilonia o de Remedios la Bella.
Esto es lo que sucedió con Epifanio Romero, mejor conocido por la historia y el apasionante mundo del boxeo como Bert Colima.
El pasado miércoles se presentó en la capital del estado la obra Bert Colima: el relámpago de Whittier, del historiador Servando Ortoll, que cuenta las peripecias de este sujeto, boxeador californiano, por el andar del boxeo nacional y estadounidense. A manera de homenaje a las tierras de sus antepasados, decidió nombrarse como se nombra al paisaje de palmeras y volcanes del centro occidente de este país.
Esta obra no aborda todo el ciclo vital de este boxeador, sino apenas el momento en que nace y crece como deportista. Con todos los vacíos de indeterminación (como el dato contradictorio acerca de si fue su madre o su abuela quien le contaba las hermosas historias de Colima), pareciera, que el texto se afana en tener un aura literaria, como mencionó la escritora Ada Aurora Sánchez, presentadora de la obra.
También los políticos saben crear cuentos, no cabe duda. Claro, no podrían hacer esto sin ayuda de los grandes medios de comunicación. En el famoso recurso de las cortinas de humo y el impacto masivo que generan, veo yo, la construcción de una realidad alterna a la existente, donde reflejamos y calmamos la sed de nuestras deseos y pensamientos más profundos, al puro estilo de la creación artística. Pareciera que Ortoll tiene una fascinación por desentrañar las grandes historias que los medios han ido creando y abrir los caminos de la información y la historia, así sin mayúsculas.
Bert Colima fue el cuento de Plutarco Elías Calles. Mientras la nación se enfrascaba en la lucha entre el clero y el ejército, el entonces presidente de la nación calmó los ánimos del pueblo con un cuento bien contado, donde un boxeador, mitad mexicano, mitad gabacho, peleaba y triunfaba en plazas de toros.
La historia de Bert Colima no se ha acabado todavía, aunque sí su existencia en la faz de esta tierra. Servando Ortoll reveló que para la tercera edición de esta obra (pues la primera fue realizada por La dulce ciencia, editorial mexicana especializada en la historia del boxeo y la segunda es esta que ahora comento) añadirá un par de capítulos que explorarán cómo Bert bajó de la cima, al muy estilo de El Rayo Macoy de Rafael Ramírez Heredia y de la tradición de la literatura sobre boxeadores. Estos, le darán el toque dramático que le hace falta a esta narración para rayar entre la realidad y la ficción.
Un saludo para el dr. Servando, quien posee un toque para distinguir qué historias fueron llevadas o tienen el potencial para llegar a un límite entre la verdad y la mentira, la historia y la literatura.