4 puntos sobre ‘Artífices y Avatares’ y el crimen de Los Tepames

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Oscar Martínez Rosales

“El crimen de Tepames me enseñó una gran lección: que en México la historia y la política están mucho más imbricadas de lo que a simple vista parece…”
– Servando Orttol

Es difícil desenredar los argumentos y concluir la disputa de un crimen en el que los actores más sobresalientes de la historia nacional y regional se vieron involucrados. La falta de información, la censura y el polvo que los años dejan sobre el interés, hace más ardua una tarea que desde el principio no era fácil.

El historiador se ve en la necesidad de pensar en pasado. Es decir, pensar en principios de 1900, como el Colima de la época. Además, pensar como un individuo o como dos, como campesino, como político, como autoridad; pero al final, pensar como el que escribe hoy sobre el pasado, con miras a ser leído en el futuro.

Tras el trabajo pericial de buscar la pista en los relatos y documentos, el que se dedica al oficio del tiempo debiera actuar menos como un juez que sólo transmite sus posiciones subjetivas y defender una historia íntegra, sin actuaciones buenas o malas.

Con sus palabras, el historiador debe limar lo que el tiempo ha dejado irregular y oculto, como un lente reconciliador. El sentido de la historia depende presente, más que del pasado, diría Todorov.

El famoso crimen de Los Tepames fue un asesinato ocurrido a inicios del siglo XX en la comunidad de Tepames, antes San Miguel de la Unión. Los hermanos Suárez, niños como lo revelan las fotos, fueron ejecutados a manos de 2 policías rurales y Darío Pizano, el entonces director de la policía en el estado. Según cuenta versiones anteriores a las de Servando Ortoll, el autor intelectual del crimen fue el ex-gobernador del estado, Enrique O de la Madrid.

A diferencia del silencio que guardaron los medios colimenses en el caso, medios de Jalisco y Guadalajara se interesaron a tal grado, que un asesinato cometido en un estado pequeño y aislado del país, llegó a ser tema de circulación nacional.

J. Trinidad Alamillo, dueño de La Gaceta de Guadalajara, tomaría el crimen para hacer una campaña mediática en contra de la injusticia y la violencia del profiriato. Otras versiones e interpretaciones indican que tomó el caso para así lograr una campaña de desprestigio hacia el entonces presidente del estado y poder acceder al puesto.

El impacto mediático terminó por ocultar la verdad sobre los hechos, enfocando la totalidad de la opinión pública sobre Darío Pizano.

A continuación, 4 puntos y reflexiones surgidas por la presentación del libro de “Artífices y avatares” de Servando Orttol, obra censurada por más de 25 años debido al involucramiento del abuelo del ex presidente Miguel de la Madrid, en un crimen de repercusiones nacionales.

4 PUNTOS

1 – Que sea un hecho histórico no le resta potencial dramático y ficcional al caso, más bien le suma. Como indica la contraparte de la publicación, pareciera que el momento pedía ser narrado por generaciones, la carga dramática de los hechos pedía ser conservado por la historia. Y así fue cumplido.

“Artífices y Avatares” rescata el dramatismo del crimen para añadirle objetividad al esclarecimiento del hecho. El ritmo y rigor de la investigación histórica no es impedimento para que Servando Ortoll se detenga a llenar de un sin fin de párrafos con buena pluma a sus textos.

Por otro lado, no hubiera podido imaginar que las comunidades, calles y rincones de Colima pudieran convertirse en escenario de una historia de policías, balazos y disputas.

“El Crimen de Los Tepames” del escritor Rogelio Guedea es una simbiosis temporal que mezcla acontecimientos históricos reales con elementos culturales actuales en un Colima moderno, además la narración cuenta con un tono del tipo novela negra, ritmo sencillo que media entre policiaco y crónica. Esto crea la ambientación necesaria para que el hecho, entre histórico y ficticio, se desarrolle con suspenso.

Ya antes, en 1909, el autor austuriano Emilio Rodríguez Iglesias había escrito otra obra igualmente titulada como “El Crimen de Los Tepames”. Aunque más parecida a una crónica/reportaje con tintes políticos sobre los acontecimientos del asesinato, el autor no cesó de agregar elementos fantasiosos como la supuesta brutalidad de Darío Pizano.
No hay límites para la creatividad.

2 – Como no se hace justicia cuando se debe, la Historia tiene que hacerla por su cuenta. El tiempo es el recurso más valioso con el que cuenta. Sin embargo, pensar que la justicia sólo condena a los “malos” es limitar el entendimiento de este principio. El acto de justicia se relaciona más bien a darle a cada quien lo que corresponde.

El tiempo permite redondear las indeterminaciones de la historia, conciliar ideas o hechos que parecen contradictorios/paralelos y emitir juicios semi completos, pues la historia es un país desconocido en el que se actúa diferente. Evitemos pensar en ella como situaciones maniqueístas y arrojemos una mirada lúdica.

“Artífices y Avatares”, dijo en este sentido el autor, ha tratado de entender a Darío Pizano, la figura más mancillada y juzgada de esta historia. Este personaje ha sido el hilo conductor para desenredar los hechos de hace un siglo. Como emisario de las órdenes de otros interesados, Pizano es el personaje histórico que carga el sentido de los hechos, pues éstas inician y terminan con él, más no es el de la culpa, si es que podemos hablar en estos términos.

En la presentación fue revelada la afición poética del “bandolero” por parte de los Pizano, quienes pedían justicia para el honor familia. En cuanto a esto Orttol no da pie a pensar que el sentido poético del jefe de policías lo exima del caso, sin embargo, estos múltiples perfiles y contradicciones son lo que llevó al autor a escribir sobre un personaje de esta naturaleza.

3 –Cuan embrollados están los procesos históricos y políticos, no sé si más en México que en el mundo, pero al menos es más notorio. Parece ser que la verdad política se vuelve pronto y con autoridad en la verdad histórica, quien no parece estar dispuesta a dejar el lugar.

No quiero ni pensar entonces que la Historia oficial debe estar llena de sobrentendidos, censuras y escándalos mediáticos vueltos realidad. Con tantos casos de estos actualmente, no se puede ni imaginar cuál será el que quedará escrito, lo que es seguro es que debe volarse la barda.

Historia no es igual a verdad, como política no siempre significa bien común.
Política, como dice Orttol, es ese ente invisible presente en las relaciones históricas. Además motoriza el objeto de estudio de la Historia, que no es más que la civilización en acción a través de los años.

No hay que lamentarse de escándalos y corrupciones que pasaron hace 100 años, que se olviden. Hay que lamentarse porque no los hacen ahora, porque los siguen haciendo.

4 – En la carta de la Dra. Gloria Vergara a Servando Orttol, con motivo de la presentación del libro, la frase “un libro que revela el pasado y nos revela el presente”, define la motivación de los esfuerzos del autor para que esta obra resistiera las estampidas de la censura y la autocensura. Así mismo, explica el sentido mismo del estudio y la investigación histórica.

Pongamos las circunstancias actuales de la obra en relación a las del caso en 1900. Lo que a mí me hace concluir es que los mecanismos de expresiones se están liberando de los martillos de la censura institucional. Un reconocimiento al autor por sortear los obstáculos de la historia oficial (así sin hache mayúscula) y la versión de los vencedores.

También me queda claro que la obra nos deja entre dicho que la desinformación mediática, la censura institucional y las prácticas porfiristas, transportadas al caciquismo político actual, son fenómenos tan comunes y corrientes que acontecen en el más aislado y genérico de los casos, en los lugares más remotos de la nación, en cualquier momento de la historia y en contra de cualquiera.