Aún no he podido despedirte, querido Maestro. No he tenido tiempo. He estado sumergida en los quehaceres cotidianos, ya sabes: la familia, el fallecimiento inesperado de la madre de mi marido, los impuestos….. y son muchos; nuestra vida trasnacional, y muchos etcéteras. Pero no es que me haya olvidado de ti, García Márquez, eso nunca. Pero sí te dedico ahora unas palabritas, mi humilde homenaje, en el día dedicado a tod@s l@s trabajadores del mundo y sin haber acudido aún a la manifestación. Pero no creo que te hayas ido, por eso no me despido de ti, porque nunca te irás. Así lo siento.
Aún tengo guardado ese recorte de periódico del 1989, donde le reprochas a España por el maltrato que nos estaba dando en ese mismo año que marcó mi vida. Cómo le reprochaste el mal recibimiento que sufríamos las mujeres sudamericanas que llegábamos a Barajas. También hablabas sobre lo que había sido del país: sexo, alcohol y drogas….. Y así lo comprobé….. Y muchas acusaciones más, todas ciertas.
Pero quiero explicarte por qué no te irás nunca de mí. Fue cuando, en mis 20 y pico, el pico de pelícano, no de cotorra, leí aquel cuento tuyo que me dejó una inmensa lección que aún vivo. Ése de la cándida Erendida, La increíble historia de la Cándida Erendida y su abuela desalmada. Dentro de las letras de este cuento escondiste un mensaje de esperanzas, de ejemplo vivencial, de moral y de amor. Yo recibí ese mensaje oculto que contiene la historia. Fue para mí como una cátedra magistral en la universidad de la vida. De esas que nos brindaba Pedro Mir en la Facultad de Humanidades en la UASD, o las del Profesor Juan Bosch, en cualquier lugar en la capital dominicana: Maestros de Maestroa, grandes intelectuales y pensadores, como tú también, Gabriel García Márquez.
De tus grandes obras literarias te hablaré otro día. Dejémoslo para después, porque será siempre. Cuando hablemos de los Buendía, de la sangre que bajó por las sábanas y salió de la casa y recorrió todo el pueblo, de las mariposas amarillas…. Luego hablaremos de las crónicas de una muerte que se veía venir. Eso será luego, después, quizás mañana. Tenemos todo el tiempo, porque tenemos la vida.
Entre el materialismo dialéctico y la cándida Erendida de esos años, mi vida sufrió un viraje enorme, pero para bueno. Volaron mis creencias erróneas que formaban parte de mi existencia y formación, aunque de eso siempre quedó lo mejor, lo más justo y lo más humano. Pero no voló lo que me inculcaron y mostraron mis mayores en casa, en el hogar y con el ejemplo. Y apareció la mujer de ahora, con toda esa mezcla de valores, de conocimientos, de humanidad y justicia.
Y aquí estoy, quizás con las manos vacías, para much@s, y un par de céntimos en mi carterita. Pero con el corazón pletórico de amor, de haber cumplido con lo debido, de satisfacción y orgullo personal, de saber que tengo mucha gente, y que soy de muchas más. Sí, muchas y de distintos países y continentes, de variadas dimensiones y sabor y color y tamaño. Y de eso, Gabo querido, en eso y por eso sí soy millonaria, que tampoco es mi objetivo. Pero por todo eso, soy lo que soy. Y quería que lo supieras, porque no te lo había dicho nunca, aunque mucha gente lo sabe, a la que invito a que te lea, a que siga leyéndote siempre porque tú, tú sigues aquí.