“Yo no soy chinaco, no soy imperial, no léase que toquen el pito real”
– Vicente Riva Palacio
Es de saberse que una institución acrecienta su funcionamiento mediante el desempeño que las personas ejerzan con responsabilidad dentro de sus cargos en la estructura institucional, en caso contrario, el no hacerlo conlleva nada menos que al fallido acto del fracaso. Lo que demuestra, que en términos procedentes, los roles que se ejecutan son respuestas a la falta de profesionalización no solo intelectual, sino moral de las personas.
Ante lo anterior, los universitarios egresados y estudiantes nos preguntamos haciendo una revisión histórica de nuestra Universidad de Colima ¿En donde están aquellos objetivos que nos apremiaba una no intervención de fuerzas externas a la autonomía universitaria?, viendo cómo un puñado de hombres aglutinados en un mal llamado “Grupo Universidad” denigran el sentido mas puro y solemne de nuestra máxima casa de estudios.
«La autonomía de las universidades públicas desde el punto de vista jurídico, implica la posibilidad que tiene una comunidad de darse sus propias normas, dentro de un ámbito limitado por una voluntad superior, que para el caso sería la del Estado. Esta capacidad que permite a una comunidad ordenarse a sí misma, implica la delegación de una facultad que anteriormente se encontraba centralizada en el Estado[1]. Su autonomía consiste en la capacidad de formular su propia legislación, designar sus autoridades, planificar su actividad académica y disponer de sus fondos con plena libertad[2].
Esta autonomía en el sentido mas amplio permite que la universidad legisle sobre sus propios asuntos, se organice como le parezca mejor, elija a sus funcionarios y a su rector, según los requisitos que ellos mismos señalan. El aspecto académico de la autonomía implica que la universidad puede nombrar y remover su personal académico según los procedimientos convenidos, seleccionar a los alumnos según los exámenes que ella misma implanta, expedir certificados, elaborar sus propios planes de estudio, etc. Esta parte de la autonomía universitaria garantiza también la libertad de cátedra, tantas veces confundida con la propia autonomía. El aspecto financiero implica la libre disposición que de su patrimonio tiene la universidad y la elaboración y el control de su propio presupuesto. Aquí llegamos al punto débil del concepto de autonomía, ya que la universidad recibe la gran parte de su presupuesto del Gobierno Federal. Pero todo esto no significa que la autonomía institucional e intelectual en las universidades se transforma en una extraterritorialidad de derecho público[3].
Lo que por cierto, nos parece improcedente ante esta manera mezquina en la que esta actuando nuestra actual administración universitaria encabezada por el Rector Eduardo Hernández Nava, en primera, porque devino de una practica muy poco clara y antidemocrática, pero muy ortodoxa, siguiendo la línea que por mas de cuarenta años a preponderado dicho grupúsculo de poder al atribuirse la elección directa, aunque amañada de los Rectores. Para tal efecto, revisarse los videos colgados en la red de youtube, lo cual demuestran con hechos infalibles tal acontecimiento[4].
Sin embargo, y esto como eje central, la autonomía universitaria es un fenómeno predominantemente latinoamericano, nacida en 1908 con su primera aplicación en la Universidad de Montevideo[5], hecha famosa con el movimiento estudiantil de Córdoba, Argentina, en 1918. En los siglos anteriores de su existencia, las universidades en América Latina estaban encargadas únicamente de formar profesionales para el mantenimiento del sistema en el que estaban insertas. La educación en este tipo de universidad conservadora tendía sólo a perfeccionar su carácter servil, acorde al sistema colonialista. «El sistema universitario latinoamericano, al principio de este siglo, se vio entregado, impotente al parecer, a los impulsos europeos y norteamericanos que le apremiaban. En este campo se desencadenó por entonces el mismo proceso que en el círculo económico se llevara a efecto con la distribución imperialista del mundo[6].
Nada mas alejado de nuestra realidad actual, tal parece que siguen con esa idea, ustedes, los del poder, embruteciendo cada día mas a cada estudiante, sesgando toda posibilidad de crecimiento moral y profesional, intercambiando con dolo, esa necesidad del conocimiento, por el hambre y el caos de la búsqueda del poder político y económico, que en voz de algunos, dicen: quiero ser como negro cerro, llegar hasta la gubernatura. Nada es mas triste que ver como aún siendo jóvenes de bachillerato o universidad estén pensando ya en reproducir un modelo antisocial y retrograda como el que hasta hoy a plena conciencia se sigue practicando.
¿Y como no hacerlo? Si para tal efecto utilizan de forma benévola a la organización de estudiantes más numerosa del Estado que usa métodos de cooptación ajenas a enriquecer el conocimiento en todos sus conceptos. Fiestas donde predomina el alcohol a raudales, certámenes de “belleza” que denigran de por si la tan pisoteada dignidad humana, por mencionar algunas, etc., Sin embargo, existimos otros estudiantes y egresados dentro de esta Universalidad que estamos en desacuerdo con la realidad que día a día nos demuestra que someter a una institución tan noble a perversidades personales es causa del declive histórico de la misma.
De esta manera y citando a Juárez “Tengo necesidad de concluir por falta de tiempo, y agregaré sólo una observación. Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad (universidad), hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará.
[1] BARQUIN, MANUEL: «La autonomía universitaria antes y después de la reforma constitucional de 1979», Deslinde Nº 134, México: UNAM, 1981, p. 3
[2] GARCIA LAGUARDIA, JORGE MARIO: La Autonomía Universitaria en América Latina, México: UNAM, 1977, p. 23.
[3] PINTO MAZAL, JORGE: La autonomía universitaria -Antología- México: UNAM, 1974.
[4] http://www.youtube.com/watch?v=SjinmDBDmwI
[5] PARIS, BLANCA y JUAN ODDONE: La universidad uruguaya desde el militarismo a la crisis (1885-1958), Universidad de la República, Montevideo, 1971.
[6] STEGER, HANNS-ALBERT: Sobre la sociología de los sistemas universitarios del Occidente de Europa y de Latinoamérica en los siglos XIX y XX», en: SOLARI, ALDO E.: Poder y desarrollo en América Latina. México: FCE, 1977, p. 348.